Tuvo lugar por la tarde del 16 de noviembre de 1532 en la plaza mayor de Cajamarca (peru). Fue una acción fugaz y sangrienta que acabaría automáticamente con la captura del rey Inca.
La invasión española a la plaza de la ciudad, cualquier intento de asalto a los ejércitos del Inca que guardaban el valle hubiera sido un suicidio. La retirada algo impensable en un español. Para invitar al Inca despachó a su capitán Hernando de Soto, aunque luego enviaría a su propio hermano junto a una tropilla de jinetes por si la situación se complicaba. Sin embargo, dejó claramente establecido que de ninguna forma se debía dar muestra alguna de los recursos bélicos de su tropa ni del poder de los caballos. Pizarro observaría todo desde una torre de la fortalecilla que domina la plaza.
Soto llegó a Cajamarca acompañado de, entre otros, el intérprete Felipillo de Poechos (Hernando Pizarro lo haría con Martinillo). El campamento en los baños de Pultumarca debió ofrecer una vista sorprendente a los conquistadores. Acostumbrados a ver tribus bárbaras en su estancia en el Centro de América y aún en los actuales territorios de la costa colombiana, uno de ellos narra:
"Y eran tantas las tiendas... que cierto nos puso harto espanto; porque no pensamos que indios pudieran tener tan soberbia estancia, ni tantas tiendas, ni tan a punto; lo cual hasta allí en las indias nunca se vio; que nos causó a todos los españoles harta confusión y temor...".
Miguel de Estete.
Hernando Pizarro , mediante un ardid y varias provocaciones consigue que el enemigo acuda a una reunion en otra ciudad a lo que el rey Ataualpha accede y acude con 50.000 "sirvientes" y varios cientos de soldados como " gesto de buena volunad". Pizarro acude al encuentro con 180 españoles, 37 caballos y cerca de 15.000 guerreros locales.
Escondidos dentro de la ciudad, las tropas españolas no presentaron resistencia durante el ingreso del Inca a la ciudad. Tuvo lugar un incidente cuando el fraile Vicente de Valverde se aproximó al Inca y le ordenó que renunciara a su religión pagana y que aceptara en cambio al catolicismo como su fe y a Carlos I de España, como soberano. Atahualpa se sintió insultado y confundido por estas demandas de los españoles. Si bien seguramente Atahualpa no tenía intenciones de acceder a las demandas de los españoles, según las crónicas de Garcilaso de la Vega, el Inca intentó algún tipo de discusión sobre la fe de los españoles y su rey, pero los hombres de Pizarro se comenzaron a poner impacientes.
De repente, sonaron las dos piezas de artillería que estaban en una torre. Los españoles de a caballo, así como los de a pie, salieron organizadamente con sus objetivos bien claros: los encabalgados, a "barrer" con la gente y sembrar el pánico con la gran cantidad de sangre y los poderosos ruidos de los cascos de sus caballos, que acompañaban con cascabeles para hacer aún más ruido. Los de a pie fueron directamente a capturar al Inca, logrando de este modo desmoralizar al ejercito inca. Las cronicas de la batalla nos cuentan que el ejercito inca tubo mas de 7000 bajas mientras que los españoles solo una.
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