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miércoles, 16 de diciembre de 2009

EL CASTILLO DE MANZANARES EL REAL.

El castillo, atribuido a Juan Guas, constructor del toledano monasterio de San Juan de los Reyes, fue edificado a partir de 1475 y terminado en la centuria siguiente. Su estilo incluye elementos medievales y renacentistas isabelinos. Fue restaurado por el arquitecto historicista Vicente Lampérez. Ahora, decorado al estilo de la época.
Aunque restaurado, tiene una zona semiderruida en su ala norte con excavaciones arqueológicas.




El Castillo nuevo de Manzanares el Real, también conocido como el palacio-fortaleza de los Mendoza es el mejor conservado de la Comunidad de Madrid. Construido sobre una ermita románico-mudéjar que hoy se mantiene erguida, su construcción data de 1475.
En 1383 la Corona (Juan I) dona a Pedro González de Mendoza (1340-1385) las tierras que conforman el Real de Manzanares. Se cree que fue su hijo, Diego Hurtado de Mendoza (1365-1404), quién mando construir el primer castillo (castillo viejo), del que solo quedan unas ruinas de su planta. Esté sería, hasta 1470 la residencia de los Mendoza.

Se cree que fue Don Iñigo López de Mendoza (1398-1458), el Primer Marqués de Santillana, el que empezó a pensar en la necesidad de la construcción del segundo castillo de Manzanares el Real, pero las obras del segundo castillo fueron iniciadas por su hijo Don Diego Hurtado de Mendoza (1415-1479), al que los Reyes Católicos concedieron el título de Primer Duque del Infantado, que construyó el cuerpo principal y las cuatro torres. A su hijo Don Iñigo López de Mendoza (1438-1500) se debe su conclusión.



1 comentario:

Urban dijo...

* Castillos de leyenda

Entre la herencia ancestral, una tierra de paz y nobleza.
Torreones de castillos murmullan al viento tristeza,
sobre sus cimientos se hace el silencio de actual flaqueza,
añoranza entre el paso de las lunas de tiempos de antigua realeza...

Dieron cobijo a la guerra en busca de libertad y grandeza,
crecieron entre héroes, siendo infatigable fortaleza.
Leyendas y mitos se esconden en blasones de inigualable riqueza,
ondeando en fantasmales estandartes de añeja y virginal pureza...

Fueron tiempos de tierra de castillos, de vida y proeza,
donde sus murallas eran piel dentro de la naturaleza,
donde los latidos eran armonía de hermandad y franqueza...

En la aurora del imperio fueron savia y corteza,
hoy observan el miedo entre sus vetusta raíz de invencible viveza,
al acoso de su legado, se les escapan lágrimas ante nuestra languideza...

Fdo; Urban