"La noche ya se cernía sobre los árboles más altos del bosque, por tanto la oscuridad en el sendero era considerable. Como el olor húmedo de los helechos y del barro bajo las hojas caídas, rojas y resbaladizas. Se habían callado los pájaros diurnos, pero los nocturnos aún estaban en silencio. Por tanto era un silencio que se oía como un amortiguado zumbido, grave y lejano. Muy lejano… Y de repente un intenso olor a velas le envolvió la nariz, en una ráfaga de viento del oeste. Y una claridad inusual y blanquecina empezó a moverse entre los árboles a su izquierda. Moviéndose hacia el sendero. Hacia él... Le pilló de improviso el temor que le provocó el silencio, recorriendo zigzagueante por el interior de su cuerpo. Entonces la vio. Sólo unos segundos. El tiempo que tardó en reaccionar y tumbarse en el suelo, con la boca rozando el barro y la hierba del sendero, que le resultaron fríos y a contrapelo. Allí, viendo el reflejo de la luz de las velas barriendo el suelo ante él, volvió a ver mentalmente al panadero del pueblo llevando una cruz y un recipiente de metal y detrás un par de filas de seres con túnicas blancas unas, negras otras, moviéndose lentamente dentro de un capullo luminoso de luz blanca irregular y brillante..."
Desde siempre, Galicia y Asturias han sido tierras de brujería y supersticiones, tierra de bruxes y meigas, que “habelas, hainas”, de trasgus de hadas (mouras, xanas), santos míticos, peregrinos… tierras de misterio y superstición donde se funden lo cristiano y lo celta dando lugar a un sinfin de leyendas y tradiciones anecestrales. Sin duda entre todas estas leyendas una de las más populares se encuentra la de la procesión de almas en pena: La Santa Compaña.
La Santa Compaña o en Asturias La Guestia, es una comitiva de almas en pena que vaga por las zonas boscosas de Galicia en las noches particularmente brumosas de noviembre, en que los bosques se cubren de niebla. Está formada por almas en pena que van en dos hileras, envueltas en sudarios, con las manos frías y los pies descalzos y encabezando la procesión un vivo, que porta en una mano la cruz y en la otra un caldero con agua bendita, mientras que los fantasmas portan antorchas.
El portador de la cruz no puede en ningún momento volver la vista atrás, ni renunciar a su cargo precediendo La Santa Compaña, y tan sólo quedará liberado cuando encuentre a otra persona que le sustituya. El nuevo desafortunado pasará a tener las responsabilidades del primero: Cargar con la cruz y el caldero noche tras noche, hasta morir de cansancio o encontrar a quien le sustituya. El vivo convertido en cabeza de comitiva de la Santa Compaña no recuerda durante el día sus funciones nocturnas, y únicamente es perceptible su carga por su extremada delgadez y palidez. Cada noche su luz será más intensa y cada día su palidez irá en aumento.
nadie lo sabe ... Si os cruzáis con la Santa Compaña, debéis rápidamente trazar un círculo en el suelo con la punta del paragüas o el bastón, y entrar en él. Otra opción es tirarse al suelo boca abajo y esperar que la Compaña no pase por encima y nunca mirarla. De este modo, conseguireis evitar el tener que uniros a la procesión, pero el recuerdo del viento helado y el olor a cera no os abandonará fácilmente…
Dedicado a Laurita. Y ya sabeis, si alguno se encuentra con La Santa Compaña y no puede evitar tener que cojer el caldero y la cruz, que vaya directo a la moncloa.... a tiro hecho .
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