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martes, 23 de marzo de 2010

EL FASCISMO

Con posterioridad a la primera guerra mundial, surgió en Europa, una serie de corrientes, de pensamiento alternativo, que se las conoce, con el nombre genérico de fascismos. Tales doctrinas, dominaron el panorama político europeo, por el periodo que media entre 1920 y 1945. Surgieron como una genuina reacción, contra la marcada decadencia, en que se encontraba el viejo mundo, como consecuencia de la aplicación de los principios del liberalismo democrático. Detonante de este malestar, fue la masacre de la gran guerra y las posteriores injusticias generadas por los distintos tratados de paz, especialmente, el de Versalles. Tales circunstancias, pusieron en evidencia, los intereses a los que respondían los gobiernos de turno.
En semejante instancia, era natural, que aparecieran críticas al modelo liberal. Fundados, en los mismos principios de aquel, el socialismo y el marxismo, objetaron, la inadecuada distribución de la riqueza, que había resuelto, el capitalismo liberal.

Ínter tanto los fascismos, acusaron al liberalismo, de poner en peligro las actitudes vitales del hombre blanco. La sociedad burguesa, con su gusto por la comodidad y el consumo irreflexivo de bienes materiales, imponía una mentalidad materialista y estrecha. El crecimiento de vicios como el tabaquismo, alcoholismo y drogadicción, condicionaban el futuro de buena parte de las juventudes. Las perversiones sexuales, la pornografía y el incremento de las enfermedades mentales, aportaban, al sombrío panorama, unidos a los bajos índices de natalidad. El desarraigo y la marginalidad de las ingentes masas de campesinos, obligados a trasladarse a las ciudades, con su secuela de desintegración familiar, hacinamiento y la amputación de sus raíces existenciales, se sumaban a la crítica. La indigencia de las masas obreras, carentes de todo derecho laboral y protección social, unido al triste destino de los excombatientes condenados a la absoluta marginalidad, contrastaban, en los denominados años locos, con el disfrute desvergonzado, de las oligarquías dominantes.

En nuestros días, se ha pretendido asociar a las denominaciones de nazi y fascista con todo lo malo, brutal o violento que se pueda encontrar en el mundo. Sin embargo y como dijéramos en nuestro artículo “Algo más sobre los fascismos” dichos movimientos, lograron solucionar problemas esenciales que aquejaban a los pueblos, que supieron guiar. Replantearon con marcado realismo, elementos básicos de la problemática social, política y económica del mundo moderno. Dicha reformulación de principios, implicó, una respuesta totalmente contrapuesta, a las doctrinas nacidas de la revolución francesa como lo eran: el socialismo, el liberalismo y el marxismo.
En sus comienzos, los fascismos se nutrieron de militantes socialistas desencantados por los estruendosos fracasos de los gobiernos tal signo. Sus líderes buscaron una síntesis adecuada, entre el socialismo y el pensamiento nacionalista. Sin embargo, con el transcurso del tiempo, ambas corrientes fueron siendo superadas en la síntesis fascista. El nacionalismo se fue convirtiendo en europeismo, en la convicción de que la unidad del viejo mundo, era la única manera de mantener la supremacía de la cultura occidental. El socialismo, también fue superado, en razón de su frío y prosaico materialismo, por una concepción social, que, aparte de darle respuesta a los requerimientos económicos y materiales de la gente, reconocía las potencialidades espirituales de los pueblos involucrados.

Otro aporte doctrinario, de notable valor, lo hicieron las corrientes tradicionalistas, ya fueran católicas, en aquellos países, donde la dicha tradición, todavía movía la sensibilidad íntima de los pueblos, o de los partidarios de la tradición primordial en aquellas naciones afectadas por el libre examen protestante.
La cosmovisión de los fascismos, se enfrentaba, en forma integral, con la falsa escala de valores que, el mundo democrático, había instalado en las sociedades modernas. Se despreciaba profundamente, las concepciones materialistas, igualitaristas, hedonistas propias del mundo liberal-socialista. También se enfrentó con la mentalidad democrática, rechazando su apego a todo lo que es bajo, desheredado y ruin.
Las doctrinas fascistas, implicaron una oposición absoluta a los postulados del hombre moderno. Desarrollaron una cosmovisión, que enfrentó los mitos caducos, del mundo surgido de la revolución francesa.
Los fascismos no plantearon ninguna instancia utópica en su ideario. Reconocieron el carácter falible de la naturaleza humana con todas sus limitaciones. No por ello, cayeron en el derrotismo. Buscaron, revitalizar en sus valores esenciales, a las comunidades en las que se dieron cita, independientemente de que alcanzaran allí, el poder. A tal fin, revalorizaron el rol educador y formador de las comunidades naturales, sobre sus integrantes. Buscaron la elevación física, psíquica y moral de los pueblos en cuestión.

Trataron de reconstituir, el complejo entramado social, del mundo tradicional, que el liberalismo, sistemáticamente, había ido destruyendo.
Con tal entramado social, lograron potenciar, los fundamentos biosíquicos de sus pueblos. Asimismo, con la reconstrucción de los distintos estamentos sociales, posibilitaron, la genuina participación popular, que permitía solucionar los problemas concretos de los ciudadanos. Participación que se manifestaba, en las uniones vecinales, asociaciones barriales, corporaciones o en el frente nacional del trabajo, buscando y aportado respuestas a los problemas concretos de las unidades sociales o económicas en donde se vive o se trabaja. Concepción, en donde, cada uno se hacia responsable, frente a sus congéneres, de lo que se proponía y se ejecutaba, a diferencia del anonimato y la irresponsabilidad que caracteriza al mundo democrático y a su máxima expresión participativa: el sufragio universal.
El haber alcanzado una sociedad, jerárquicamente vertebrada, dio base, fundamento y sustento, al choque frontal que los fascismos encararon, contra las estructuras económicas y financieras que esclavizaban a sus respectivas naciones. No fue ajeno a tal postura, la lucha librada, con estruendoso éxito, por Musolini contra las mafias sicilianas y napolitanas, que terminaron refugiándose en EEUU, donde encontraron el medio propicio, para su definitiva recuperación y explosiva expansión.

El replanteo económico fascista, privilegiaba los derechos del trabajo y la solidaridad social, en detrimento de la sacrosanta libertad democrática de enriquecerse a costa de la comunidad, que propiciaban los usureros y especuladores, bendecida, por las escuelas económicas liberales. Se cuestionó el fundamento del préstamo a interés, desarrollando una política financiera, que eliminó de plano la retribución a la usura. La aplicación practica de tales principios fue un éxito rotundo. En poco tiempo países en los cuales la desocupación había hecho estragos, y que sus hijos sufrían los sinsabores que implicaba tener que emigrar, alcanzaban el pleno empleo y pasaban a absorber mano de obra ociosa de naciones vecinas.
Tales “herejías económicas”, difundidas, por los teóricos fascistas, afectaron intereses intocables, y como tal, no tardaron en poner en mortal enfrentamiento, a las dos concepciones ideológicas. Herido en sus fundamentos teóricos y afectado en sus intereses concretos, el capitalismo liberal, no dudó en provocar una nueva catástrofe, a los efectos de eliminar, el emergente rival y poner a buen recaudo sus mezquinos intereses evitando así que el “mal ejemplo” se difundiese.
En nuestros días los problemas del mundo occidental, no solo que perduran, sino que se han agravado sistemáticamente. Por ningún lado aparece el paraíso que nos prometieron los liberadores democráticos. Más del setenta por ciento de población mundial vive en la más absoluta miseria, mientras un puñado de especuladores se enriquece sin solución de continuidad. Con el fin de Hitler, no se perpetuo la paz, sino todo lo contrario. No será oportunidad de replantearse, la veracidad de lo que nos contaron y empezar a sospechar que esta historia oficial ha sido escrita, con objeto de defender intereses y minorías totalmente indefendibles.

Fuente: Libre Opinion

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