Las unidades de Caballería más desconocidas y olvidadas de nuestra historia, desde finales del siglo XVI tuvieron por misión la custodia de la frontera norte de los territorios españoles en América: las tropas presidiales o en su denominación más común, los dragones de cuera.
Su formación obedece a la necesidad de proteger los 3.000 kilómetros de frontera norte del Virreinato de la Nueva España, entre Califonia y Florida, al norte de la cual se encuentran los territorios en los que nomadean las tribus indias que el cine de Hollywood hará populares 400 años más tarde: los mescaleros, los chiricauas, los navajos, los comanches, y por encima de todos, los apaches. Pueblos dotados de unos guerreros excelentes, despiadados, y que se caracterizan por no vivir de forma sedentaria, y por lo tanto, por no disponer de ciudades o tierras de cultivo que poder conquistar para reducirles. Sus tácticas de combate se basan en una gran movilidad, una tremenda habilidad para los golpes de mano y las emboscadas y una poderosa capacidad de obtención de información sobre el enemigo, gracias a la destreza de sus exploradores.
Para hacer frente a sus incursiones, la Corona de España levanta en la frontera diversos acuartelamientos de adobe y piedra, que toman el nombre de presidios, a semejanza de las fortificaciones que cumplen misiones de vigilancia en el Norte de Africa ante las embestidas musulmanas. Y serán las tropas presidiales, los dragones de cuera, quienes formen las guarniciones de esos presidios, una débil línea de fuertes en un terreno baldío, con unas condiciones climatológicas extremas , mal dotados y escasos de personal para atender todas las necesidades militares de la frontera. Llama la atención la capacidad de estas tropas de guardar en paz la frontera si se tiene en cuenta la extensión de terreno que habían de custodiar y lo reducido de su fuerza: en 1705, había 592 soldados presidiales, mientras que en 1780 eran 1.495 dragones de cuera.
El reclutamiento se hace entre la población local, gente con la misma dureza que los indios, habituada a las condiciones del clima y del terreno, soldados rústicos y acostumbrados a cabalgar cientos de leguas, que aceptan la posibilidad de morir tanto de insolación como de congelación y de soportar una guerra sin cuartel. El nombre de estas tropas, dragones de cuera, procede de la forma que tienen de combatir, a pie o a caballo a semejanza de los dragones, y sobre todo, por la cuera, una especie de coraza formada por varias capas de cuero rellenas de algodón, que las hacen impenetrables a las flechas y lanzas que emplean como armamento los indios. Tiene como inconveniente su excesivo peso, lo que reduce la movilidad del dragón en combate. Como armamento, los reglamentos les señalan lanza, escopeta, pistola y como elemento defensivo, una adarga o escudo, que es un elemento muy apreciado por los soldados presidiales. Cada soldado de cuera debe disponer, además, de seis caballos, un potro y una mula, según recoge un Reglamento de 1772.
Poco se ha escrito sobre esta unidad de caballeria que tantas y tan dificiles y duras misiones le fueron encomendadas como la campaña de 1775 que persiguieron con medio millar de hombres durante mas de 1.000km a 243 apches a los que dieron muerte. Cuenta el escritor Albi de Cuesta que en una ocasion, los comanches tubieron que retirarse abandonando la manada que caballos que habian robado tras perder 40 hombres en un largo y duro combate cuerpo a cuerpo. Otra accion el 26 de abril de 1776, un alferez con 42 dragones pusieron en fuga a 300 apaches despues de cinco largas horas de combate. Los dragones solian cargar una y otra vez buscando el cuerpo a cuerpo con los indios aprovechando la superioridad de sus armas, Peleaban tanto a caballo como a pie.
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