Que nadie nunca jamás se atreva a detener y callar la gran corriente de vida, vida que evoca de nuestros labios vehementes y puros, pues no hay represa humana que contenga el digno poder de nuestras palabras libres y sensatas que cabalgan en un tango apasionado y singular, en una oda a la justicia y a la libertad de esta carne y estos huesos lujuriosos que dan cuerpo y forma a las ideas, a la esperanza, a los mas románticos enjambres de ilusión y pecado, al mas conmovedor sollozo ante el hermoso paso a la muerte y a la plenitud, al abandono de la lividez, a la purificación de una idea y una masa dialéctica.
Que nadie nunca jamás se atreva a manchar el paño de la razón, de la humanidad, de la cognición, en balance al instinto animal de nuestro torrente sanguíneo, pues será de nosotros que surja una gnosis renovada, de la cual brotara algún día la historia de un solo dios, uno justo y divino, un dios tal vez femenino, que nos enseñe de la vida el amor canalizado; un toque de perfección, que desvanezca nuestras heridas en las tierras del despertar, del descubrir, pero también del negar, ya que cuando nuestra voz exilie la deshumanización, aferrándonos a la critica, a la ira, a la pasión, al amor, a la codicia, a la dignidad y al orgullo que tanto nos quieren arrebatar, aquella quimera arderá en las llamas de nuestros corazones al borde de la euforia, empapados de la sangre, roja, roja como nuestros labios, nuestro ser, nuestra mente, nuestra conciencia libre de dogmas, nuestro resurgir como dioses. Que nunca nadie jamás caiga en el deplorable abismo de la cobardía, de la sumisión, del conformismo, pues es intolerable el negar los mas aferrados principios y cortar las alas inquietas pero dóciles que nos permiten volar sobre este, nuestro escenario actual, al horizonte junto el sol, nuestro mas noble compañero, y junto a la luna, nuestra fiel amante, nuestra hermosa guerrera que alumbra los mas oscuros senderos de la noche y sus encantos, sus hechizos, nuestro armamento. Si debemos abandonar nuestros frágiles cuerpos por ese nuevo nacer, los entregaremos con concordia, sin dudar un solo segundo, convencidos y alegres, con una sonrisa taciturna que dibujara un nuevo camino a seguir, un ejemplo, en honor a la hermandad, a la justicia, al esfuerzo, la sangre por la cual navegarán los navíos de esta empresa, hacia nuestras raíces, hacia la tierra de hombres nuevos. Que nadie nunca jamás olvide, que nadie nunca jamás perdone, que nadie nunca jamás se arrodille, que nadie nunca jamás se arrepienta… las palabras como flechas en llamas deben atravesar la impudicia de quienes las amenazan, el espíritu debe cobrar valor, debe volar, debe soñar, debe reclamar comodidad en esta caja corpórea y su posición, advirtiendo del desembocar de su furia, de su energía, de su venir de felicidades, de su vitalidad aun viva e impune pese a las heridas de la gran bestia de asfalto y sus dueños.
Pues mientras nuestras almas se sigan fundiendo en un solo ser, el mar de ilusión estallara en victoria y en un solo grito de fervor… tan armónico que sus mismos dioses tendrán.
Daniel Fleurs
Fuente: Frente Negro
sábado, 12 de junio de 2010
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