miércoles, 26 de mayo de 2010
El espiritu Aleman de 1914.
Verano de 1914.
Alemania era la nación europea más poderosa del momento, la más temida y la más incómoda para sus vecinos. Su economía, la más pujante del continente y su potencial industrial eran la envídia de sus competidores. La segunda revolución tecnológica protagonizada por las industrias química y eléctrica durante el último tercio del siglo XIX fue el puntal de una nación mutilada por las guerras napoleónicas y que surgió poderosamente después de su clamorosa victoria sobre Francia después de la guerra francoprusiana.
Alemania, no obstante, no era tan sólo una pujante industria. Se trataba de una nación forjada por la lucha. El ejército prusiano, base y columna vertebral del ejército imperial reunía en una sóla institución la base de la idiosincrasia alemana. Disciplina, eficiencia, rigor y eficacia definían perfectamente el ejército alemán. Y éste fue el espejo en el que bebieron otras instituciones alemanas, como su burocracia, el sistema educativo, y un largo etcétera.
Así, los grandes logros de la germanidad para el siglo XX eran su eficaz sistema burocrático, sus éxitos académicos tras los cuales estaba un exigente e impecable sistema educativo, una impresionante industria química, eléctrica y metalúrgica; y por encima de todo su ejército, envidia y temor de todas las naciones europeas.
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