Traslate

lunes, 15 de febrero de 2010

LAS TRADICIONES FORJAN HOMBRES



Los pueblos antiguos tenían un concepto de la educación extraordianariamente agudo y, sobre todo, eficaz.


El objetivo de la educación era la formación de la personalidad, es decir, hacer hombres valerosos, audaces, templados, veraces y, sobre todo, capaces de enfrentarse a la muerte y al dolor.

Como no eran capaces de engañarse a sí mismos de la forma en la que hoy nuestra desarrollada civilización nos permite, eran plenamente conscientes de la necesidad de "iniciar" a los jóvenes en los misterios del dolor, el terror y la muerte, de forma que pudieran salir airosos de dichas pruebas cuando la vida les enfrentase a ellas, lo que ineludiblemente les iba a suceder.

Su genio estribó en el desarrollo de un método sistemático de realización medida y "repetible" de dichas experiencias extremas, en el que nuestros ancestros revelaron una perspicacia y profundidad psicológica realmente extraordinarias. Claro que, en aquel tiempo, cuando la distancia entre cuerpo y palabra era igual a cero las condiciones facilitaban enormemente esa profundidad e intelección directa en las cosas.

El joven que de forma comunitaria, estable y organizada, se hacía uno de este modo con la totalidad de experiencia acumulada en los siglos por su tribu, mediante un sólo golpe en sus entrañas, sin debates innecesarios ni argumentaciones de papel, accedía directamente a la plenitud de la conciencia de una forma que hoy sólo podemos barruntar vagamente cuando reflexionamos sobre los perdidos sistemas ascéticos y místicos de nuestro pasado reciente.

Y con una diferencia esencial. Era ésta una ascesis común, política en el sentido primario en el que la formación de cualquier polis en su origen está fundamentada en la unidad con los vivos y los muertos, con el cielo y la tierra, con el cuerpo de dicha comunidad.

La ascesis y mística que hemos heredado representa exactamente lo contrario, es la propia del hombre que se exilia de la comunidad y se abisma como particular en la experiencia fundamental.

Ahora bien, nosotros ¿ya no morimos? ¿Ya no tenemos experiencias de terror, de enfermedad y de muerte? Acaso no se las ocultamos a nuestros jóvenes con la promesa de que "hay- habrá quizá- solución para eso"? No hemos puesto el acento de la educación en la escritura ,sobre la masa informe de una personalidad librada al azar, de una ingente cantidad de información perfectamente irrelevante para que dicho joven se alce con el dominio de sí en el enfrentamiento con los demonios de la vida?

Qué preparación se les da para eso? Que ascesis fundamental, basada no en teorías ni relatos, sino en Iniciaciones directas y completamente reales? La repuesta es ninguna.

Y lo asombroso es que todos aún sabemos que sólo se "abren los ojos" cuando se pasa por esas pruebas extremas, que los mitos antiguos todavían conservan en forma de fábulas.

Y no parece nada exagerado considerar que existe un auténtico hilo rojo entre el aumento de los llamados "trastornos" psicológicos entre la población , precisamente, de la parte del mundo menos expuesta a dolores y pruebas, y la ausencia de un sistema organizado y común de descubrimiento y dominio del verdadero ser en la educación, que organize el paso a la vida adulta o de ojos abiertos con todos los recursos dispuestos, en vez de con el amargo y nunca terminado proceso de desprenderse de las "mentiras iniciales" que signan indefectiblemente la generación de la neurosis cuando somos alcanzados por la vida y sus exigencias.

Por Davar

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